miércoles, 2 de noviembre de 2011

A un minuto de que sea capicúa

Ilustración:Daniel Arzamendia

Los sueños son reales solo mientras duran, acaso no podemos decir exactamente lo mismo de la vida? - Havelock Ellis


23:31hs.
A un minuto de dormirme, a un minuto de que todo lo que no es verdad empiece a serlo.

La conocí en un sueño y al despertarme sentí un yunque de angustia sobre mi pecho. La decepción al darte cuenta que el oasis era real y todo lo demás era mentira se expresa a veces físicamente.

Me levanté de la cama e inicié un día más en una realidad que vista hoy desde una distancia podría ser descripta como la sala de espera de una vida.

Al terminar mi día laboral volví a mi casa y los habitantes de mi pecera se pusieron felices de verme. Si bien no tenían una manera muy histriónica de demostrarlo su acercamiento al vidrio para observarme mientras dejaba mis llaves al lado suyo era suficiente. La tarea de ponerle nombres estaba pendiente aunque si lo consideramos objetivamente, que sentido tiene ponerle nombres a los peces?

Esa noche después de mucho zapping me quedé dormido y la volví a encontrar ahí mismo donde nos despedimos la noche anterior. A la noche siguiente ocurrió lo mismo, en la noche que le siguió a esa también y sin darme cuenta -pasó-un-año-. La parte buena venía en los sueños que al fin y al cabo también son parte de la vida.

Apresuraba las tareas que llenaban mis días pensando en mis noches, cosa que de mucho no servía porque cruelmente el reloj se movía a la misma velocidad. El único resultado fue que terminaba mis asignaciones con mayor rapidez y mi jefe, un nefasto monstruito llamado Jaime, pensó en promoverme al ver la “garra” que le estaba poniendo a ese trabajo que tanto detestaba y teniendo en cuenta que en esa empresa la palabra “ascenso” significaba más responsabilidad con el mismo sueldo, decidí bajarle tres cambios a mi garra y meterme en todas las redes sociales que pude encontrar. En un momento llegué a tener tres cyber-granjas y mis tomates virtuales eran la envidia de mis 1024 amig@s. La tecnología al servicio del hombre en búsqueda de una mediocridad civilizada.

Me enamoré de una mujer que conocía sólo en mis sueños y por más enfermo o bizarro que les pueda sonar eso yo sé que ya habrán escuchado cosas peores, y si no es así es porque no están haciendo suficiente zapping.

Un día llegué a la conclusión de que no podía confesarle que estaba soñando porque sería admitir que todo era una mentira, que YO era una mentira. Corría también el riesgo de que su sub-consciente haga eso que hacen la mayoría de los sub-conscientes al descubrir que están en un sueño: te sacan de ahí de un tirón. Nunca entendí porque hacen eso pero siempre me pareció bastante hijo de puta de su parte.

Eso si, hay sub-conscientes más perezosos que otros, el mío por ejemplo me permitía quedarme en mis sueños con conocimiento absoluto de que transitaba un estado onírico. Siempre fue así y llegué a hacer cosas increíbles con ese “don” muy particular. En mi adolescencia destruí ciudades, evaporé océanos, hice un picnic en Marte y no hubo una supermodelo o vedette cachaquera que no fue mía hasta el cansancio. Soñaba mis sueños como un hombre sin destino fijo pero con la energía para buscarlo por todos lados.

Con el tiempo maduré y decidí encarar a mis sueños como una vida más, admito que cada tanto me daba ciertos lujos pero eran mínimos, imperceptibles. Aprendí el arte del hedonismo sutil y me convertí en una mejor persona en el proceso. Mi control se volvió más remoto.

Mi miedo primordial con respecto a ella era la idea de que quizás su sub-consciente no pudiese tolerar la situación y tener que verla evaporarse ante mis ojos. Si bien podía “convocarla” de vuelta así como tantas veces la convoqué a Cindy Crawford en los noventa, no iba a ser lo mismo porque el detalle especial entre ella y yo era que nunca use mis “poderes” para influir sobre su voluntad, ella hacia lo que quería hacer y el hecho de que estuviese ahí esperándome todas las noches tampoco era obra mía y eso lo convertía a todo en algo irrealmente real. Cualquier momento en que el amor se vuelve imperativo es siempre un muy buen momento y yo no tenía intenciones de que se acabe.

Decidí entonces seguir con esa farsa tan necesaria para mi hasta que pasó lo inevitable: empecé a creer verla en mi mundo real, en mi sala de espera.

La veía a veces a 30 metros de distancia en el supermercado y abandonaba mi carrito ya lleno de cosas para llegar hasta ella pero NUNCA era ella. Una vez, al volver al pasillo donde había dejado mi carrito lleno de productos, veo que me lo habían robado y no tiene nombre lo frustrante que es que te roben algo que en teoría todavía no es tuyo. En el super no se puede ser ladrón, sólo se puede ser imbécil.

La situación de creer verla cada tanto me hizo pensar que quizás ella realmente existía en este despertar mío y que por ahí estaba constantemente a la vuelta de todas mis esquinas. De ser esto real, la idea de citarnos y encontrarnos no era una locura, es más, era la cosa más cuerda del mundo. Una especie de cerca falsa que uno construye al borde de un abismo que al fin y al cabo también es falso.

Empecé a fantasear con la idea de estar con ella en esos familiares sueños y al mismo tiempo despertarnos juntos para ver que todo era a la vez real. Era un riesgo teniendo en cuenta que iba a tener que enfrentar esa confesión que tanto temía acerca de la realidad o irrealidad de nuestra relación, tenía que decirle la verdad para que el plan funcione. Finalmente y muy de golpe, me decidí. Esa noche le contaba todo y empezaba o terminaba el resto de mi vida. Al fin y al cabo nos dieron estas almas para dejarlas desparramadas por ahí de las maneras más caóticas posibles.

Pero esa noche tuve insomnio, no pude dormir y recordé mi status de socio vitalicio de esta vida humana, nulo control sobre todo y nada. Aunque tengo que admitir que por momentos de esa larga madrugada sentí cierto alivio. San Zapping al rescate.

Al día siguiente saboreé todos los colores del agotamiento y del abuso de parte de Jaime, quien creo que se auto-bronceaba la planta de los pies. No sé que me llevó a pensar eso, estaba muy cansado y las boludeces venían fácil.

23:31hs.
Me desperté en mi sueño perfectamente trajeado, sentado en una estlizada barra que estaba ubicada directamente frente a una inmensa pecera oceánica en la que se podían ver todos los peces exóticos imaginables y muy esporádicamente se cruzaba un inmenso tiburón blanco. Jaime, mi jefe, era el barman más amable que dormido o despierto tuve el placer de conocer. El contexto hasta ahora estaba pintado sólo con colores excelentes.

Ella llegó 10 minutos después del inicio del sueño y a su llegada le acompañó una canción que siempre me fascinó pero cuyo nombre nunca supe. La canción estaba interpretada por los autores originales ya fallecidos hace años pero que tuvieron la amabilidad de hacerse presentes esa noche. Estos son esos pequeños lujos de los que les hablé antes. Como cuando le miramos a un semáforo y le decimos con nuestras mentes: “Te pones verde…ahora!”, bueno, en mis sueños los semáforos siempre estaban verdes. De haber hecho una vez bailar a la Estatua de la Libertad para impresionar a Claudia Schiffer a cambiar las luces de los semáforos a voluntad hay un gran paso. Admitidamente hay una madurez a ser tenida en cuenta ahí.

El punto es que cuando el mundo se convierte en tu plastilina vos a la vez te convertís en un dios, pero yo era un dios con las ambiciones bajo control y mis ganas de jugar a ser un Godzilla Playboy fueron superadas hace años. En ese momento ELLA era todo lo que yo quería.

-Y-ahí-estaba-, la increíblemente literal mujer de mis sueños y en una fracción de segundo el momento me superó y mi voluntad se desbordó. Sin mirar sabía que en el bolsillo derecho de mi traje se había materializado una pequeña caja dentro de la cual había un anillo y supe al instante de que anillo se trataba. Era el anillo que mi bisabuelo le regalo a mi bisabuela unos pocos años después de que el Titanic se hundió. Era ese anillo que yo nunca ví pero del cual siempre escuché hablar. Un anillo que se perdió para siempre en un incendio un poco antes de que yo naciera. Tenía en mi bolsillo a una leyenda mientras a los hemisferios de mi dormida mente los dividía la subrayada dualidad entre la calma y el caos.

Saque la cajita de mi bolsillo y de la cajita saque ese anillo que era todo lo que me imaginé que sería, sencillo pero capaz de convertir a las palabras "para siempre" en una misión suicida. Levanté la mirada desde el anillo hasta ella y le confesé todo: le hablé de mi vida real en la que todos los días la busco y que a veces creo encontrarla pero nunca es ella y mientras le cuento todo me voy dando cuenta que ella no desaparece. Nadie la lleva de un tirón de mi lado. Se queda ahí en esa barra conmigo y me mira sin decir nada mientras veo en mi periferia a todos los peces exóticos desaparecer de golpe y al tiburón acercarse lentamente al borde del grueso vidrio. Se queda ahí y nos observa.

Me mira por un largo rato sin decir nada hasta que finalmente sus ojos hablan por ella y yo empiezo a morir a cuenta gotas. Le pregunto que le pasa, si dije algo que le molestó, le digo que sea lo que sea yo lo iba a poder solucionar, no estoy seguro pero creo que use las palabras “dios” y “plastilina” en una misma oración. Cuando todo está perdido, sólo nos queda encontrarlo de vuelta. El problema era que yo hasta ese momento no me hacía una idea de que tan realmente perdido estaba todo. Ella me lo aclaró en menos de un minuto:

-“Vos estás soñando? Ahora mismo estás soñando?”

-“Si, todo este tiempo estuve soñando pero ahora que sabés eso podemos despertarnos y encontrarnos en el mundo real, hacer que esto sea real!”

Y ahí fue cuando miro al piso por exactamente 15 segundos que yo conté uno por uno. Concluidos esos segundos volvió a levantar la mirada y mi error se convirtió en aprendizaje mientras ella apretó el gatillo.

-“La cosa es que, esta noche cuando me duerma y sueñe…vos no vas a estar ahí.”

-“Como? Cuando te dormís y soñas yo no estoy? No entiendo…estamos soñando ahora mismo y acá estoy!"

-“No…yo ahora mismo estoy despierta, siempre estuve despierta. Vos para mí siempre fuiste real. Este es -mi-mundo-real-.”

Y de un segundo a otro me encontré del otro lado de la pecera, al lado mío el tiburón blanco parecía mirarme cada tanto de reojo y con un poco de pena mientras observábamos juntos la escena como tele-espectadores sin la opción de zapping. El show era ella mirándome desde el otro lado de ese grueso vidrio, quitándose lentamente el anillo que yo ya no recordaba habérselo puesto, dejando el anillo sobre la barra y acercándose todo lo posible a mí para besarme desde el otro lado de esa barrera transparente que ya nos separaría para siempre.

Yo, sumergido del otro lado no necesitaba oxigeno y podía quedarme ahí todo el tiempo que quisiera sin ahogarme, lo cual era una verdadera lástima.

No recuerdo en que momento desapareció pero siempre escuché de personas a las que les era imposible recordar sus sueños y yo tuve la suerte de convertirme momentáneamente en uno de ellos. El tiburón se empezó a alejar pero de golpe se quedó quieto y giro el hocico para decirme lo siguiente: “Macho, ese tipo que dijo que la vida es sueño y los sueños, sueños son…que pedazo de pelotudo, eh?”


23:32hs.
(Nunca repitas su nombre y vas a poder olvidarte de ella para siempre)

domingo, 17 de julio de 2011

Jazz y Zombies: La Teoría de Inés

Ilustración:Valdovinos Torres

NUNCA compres un perro con tu novia.

Las cosas terminan no funcionando y hay que decidir quién se queda con el labrador. Como si no fuese suficientemente triste todo el contexto en el que se desenvuelve tu vida en temporadas como esas también hay un 50% de probabilidades que te quiten a tu mejor amigo. Inés la hizo fácil, llegue un día y encontré una nota escrita muy en su estilo: Me llevo el perro, te dejo el misterio.

Uno por lo general se siente muy estúpido cuando le están enyesando una mano rota por haber pegado una pared de cemento con todas las fuerzas disponibles, sin embargo mientras uno está pegando esa pared tiene todo tanto sentido; Me llevo el perro, te dejo el misterio….POW!

Vvvvvvrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr… (Onomatopeya del REWIND):

Cuando la conocí me habló por 45 minutos sobre una teoría suya que confirmaba que el primer zombie fue Lázaro y que por regla de tres simple podíamos deducir que Jesús fue el responsable de todas las noches de los muertos vivientes y por ende la prolífica carrera de George Romero, ahí mismo me enamoré. Jazzombies!

Se llamaba Inés. Era propensa a querer “chocar los cinco” en los momentos más inapropiados, “Mis pésames en serio, era tan joven….chocá los 5!”. Nos echaban de velorios a menudo y si te pones a pensar esto no era algo necesariamente malo. Era fanática de la ciencia ficción y amaba el jazz, cosa que nos conectó instantáneamente.

A mí me gustaba y me gusta el jazz hasta el punto que te puedo citar algunos nombres, algunos sellos y años de grabación pero lo de ella iba más allá de esos limitados conocimientos sobre un poco de todo que nos vuelven “interesantes” en una cena con desconocidos. Lo suyo era real, ella respiraba jazz y vivía su vida en base a ese código. Según ella el jazz era conocer a la perfección el instrumento que te tocó y permitirte fluir con lo que venga. Improvisar y nunca permitirle a nadie ni a nada tomarte desprevenido. El jazz era para ella la constante afirmación de que si te dominas a vos mismo, podes dominar el mundo. Cosas que le gustaba decir y que a mí me gustaba escuchar.

Me hacía feliz la idea de que exista alguien así y que inexplicablemente sea mía, aunque sea por un momento, porque así como ella creía firmemente en las cosas que decidía creer, yo estaba convencido que toda relación sentimental tiene siempre una fecha de expiración. Si la pareja decide quedarse juntos más allá de esa fecha ya es otra cosa. Yo no estoy en situación de juzgar a nadie, ni siquiera a masoquistas.

En algún momento de esta línea de tiempo se dio por hecho que el mundo era plano. Considero que en el gran fast forward de la humanidad la idea de que en este pasado del futuro hay gente que voluntariamente ata sus vidas a las de otras personas “para siempre” va a ser ponderada con el mismo asombro con el que tratamos hoy de digerir la idea de que los globos terráqueos antes tenían forma de pizza. El tiempo me va a dar la razón así como le dio la razón al primero que se animó a desafiar a la terca planicie de la mentalidad humana y pudo gritar a los cuatro vientos,“Si seguís derecho terminas aquí mismo!”. Inés sin embargo no estaba de acuerdo conmigo, ella apostaba todas sus fichas a que nosotros nos íbamos a encontrar constantemente en el futuro ilimitado.

La teoría de Inés: Lázaro fue el primer zombie. Fue concebido vía un error cometido por Jesús en un momento en el que se le ausentó esa gran responsabilidad que siempre acompaña a un gran poder, “Hey Jesús, las hermanas de Lázaro no creen que podes hacerle vivir de vuelta. Dicen que sos un charlatán…y encima están buenas.” Cuando yo era chico pensaba que la edad que tenía Jesús cuando su aventura se acercaba a su clímax era la de gente sumamente sabia con una capacidad mental lejana a cualquier cosa que yo podía racionalizar en ese momento de mi vida. Hoy que tengo esa misma edad, está de más decir que se me desmoronó por completo esa idea y todas las ideas vagamente relacionadas. Jesús era un treintañero soltero que podía convertir el agua en vino y estaba en un road trip por tiempo indefinido con doce socios. La receta perfecta para el caos.

Lo que Jesús hizo fue sin dudas jazz. Tenía un manejo importante del poderoso instrumento que el destino puso en sus manos, se entregó al momento y dejó que fluya. Permitió que Lázaro se levante y que ande, tapándole la boca a todos los presentes e inventando un género cinematográfico de culto en el proceso. Se vinieron los zombies.

Las ideas de Inés tenían la particularidad de ser disparatadas pero sólidas a la vez y yo me tire de cabeza en toda su ciencia y toda su ficción.

Corte a:

Dos años después Inés metió mi corazón en una licuadora encendida al dejarme por su instructor de Muay Thai. Mis apreciaciones sobre sus ideas cambiaron drásticamente. Variaban desde “que boludez” hasta “chaoloquista de mierda” y de vuelta a “que boludez”. Transité por mi vida sintiéndome un mal cover de mi mismo por un tiempo importante, un melodramático muerto en vida….y si, un zombie. Un zombie con una prescripción para antidepresivos.

Pasó el tiempo y hizo eso que solo el tiempo sabe hacer. Pude eventualmente darme cuenta de que a pesar de haberse puesto zapatos de golf y bailado tap sobre mi alma, me seguía pareciendo brillante y no había nada que podía hacer al respecto.

Pasaron años que vieron ir y venir a novios nuevos suyos y novias nuevas mías. Algunas veces nos volvíamos a encontrar pero los saludos eran más una formalidad fastidiosa que otra cosa. Una pantomima bastante mala, básicamente una pulseada por ver a quien le importaba menos estar en la presencia del otro. Ella siempre ganaba.

Si podía tener el poder de volverme invisible cada vez que la veía lo hubiera hecho todas las veces. Las veces que la vi con alguna pareja y yo estaba solo, las veces que ella me vio acompañado a mí y era ella la que estaba sola, la vez que me presentó a su marido y yo me enfermé una semana, la vez que supe que iba a ser mamá y tuve que desaparecer indefinidamente, irme bien lejos. Ahí fue donde aprendí que la distancia física no significa nada y que lo único que importa es la distancia emocional. Viajar a la India para olvidarte de alguien es como hacer bungee jumping desde el techo de una combi. La distancia emocional es el único camino. Vivir lo más cerca posible de una persona es la única manera de realmente olvidarte de ella.

Todo esto cuando es real es nada más que esto. Un intento de expresar la necesidad de intentar expresar algo. No nacemos con el derecho divino de tener nudos ni desenlaces en nuestras vidas porque estas vidas vinieron sin guión y cuando no hay guión lo único que queda por hacer...es improvisar. Y bueno, esto es básicamente eso.

Solo tenemos garantizado un comienzo y un final, todo lo que pase en el medio depende de nosotros y nunca dejemos que nadie nos prometa absolutamente nada. Toda promesa es una mentira vestida de seda y al que nos diga lo contrario le tiramos huevos podridos a su casa esta noche.

Hay que pelear por los nudos ya sean buenos o malos, lo importante es que sean, que estén ahí donde los podemos ver siempre. Tenemos que producir y dirigir nuestras vidas como si fuesen películas de zombies con bandas sonoras de jazz desenlazándose en el futuro ilimitado de nuestras consciencias, donde esto es solo esto y nada más.

Hasta siempre Inés, gracias por el misterio.

miércoles, 26 de enero de 2011

Lunar de baba

Película mal subtitulada en mudo parpadeando contra la pared.
Bruce Lee aparece y desaparece. Su Tao frunce ante cuestionable función decorativa. Nadie parece haber entendido bien el mensaje y tampoco parece importarles, el Che y Jesús suelen tener el mismo problema.

Ella sueña. Lunar de baba en mi remera. Tiempo y espacio se manosean debajo de la mesa y mi cuerpo libera ese químico que algunos todavía llaman “felicidad”. Me hallo. Hallo de hallarse. De encontrarse. Encontrarse en el mismo lugar en el que ya estabas había sido.

En la pantalla los créditos acreditan y el parpadeo contra Bruce se calma. Todo se vuelve uniformemente momentáneo y viceversa. Lo mismo que igual al fin y al cabo.

Ella se mueve. Dice algo y después algo más. No le entiendo nada mientras le entiendo perfectamente todo. Se estremece y sin esfuerzo hace que todo sea más que un simple acto de presencia. Sus dedos dormidos acarician suavemente el gatillo de mi voluntad.

Le tapo el hombro y la palabra ´siempre´ empieza a tener sentido. La madrugada perdona siempre a la cursilería.

Pan con manteca y cocido, ahí confieso todo.

Arde

Te miro de a ratos,
mientras mis dedos
se cansan de conectar
las constelaciones escondidas en tu pecho.

Un caballo de troya ingresa a la habitación
y te mira fijamente.

Yo te miro de a ratos.

La medianoche del día

Esto es todo lo que tiene que ser, por más que ya no te quieras ver reflejada en mis espejos y te opongas rotundamente a que haga un universo de esto. Es todo mucho más fuerte que yo.

Me encuentro contigo en los vestíbulos de la existencia.
Esos pequeños limbos que nos regalan a veces las circunstancias,
segundos antes de dividirse por todo lo que somos y todo lo que nunca vamos a ser, mientras los santos se escapan de tu escapulario.

Promo válida por tiempo limitado

Dormís?

Que hacés?

Estoy afuera.

Ambi

No esperes hasta el lunes para quererme de vuelta.

Los zurdos mueren primero
y seguís siendo la persona más visceral que conozco.

La voluntad de todos está sujeta a la mía
y la mía está sujeta a la tuya

Ahora espera mientras trato de volver a escribir esto
con mi izquierda.

la...

Te extraño a vos y a todas las mamushkas que llevas adentro.
Hasta la más chiquita, la que ya no se abre
y es siempre la primera en perderse.

La que nadie nunca ve.

El Club de la Grata Sorpresa

Este es El Club de la Grata Sorpresa.

Contra sus paredes rojas fue concebido
el hijo único de la certeza y la duda.
Entre sus paredes rojas se dice,
pasan cosas que no pasaban desde el colegio.

Un lugar donde todo es así y así mismo también es todo.

Aqui adentro siempre,
el alma le sede la silla
a la voluntad.

8B

Foto:Rosa Palau

Cansado de dibujar estrellas, el 8 se recuesta y trata de soñar que es para siempre. Cierra los ojos y ahí finalmente lo ve todo. Ve que la eternidad es nada más que el limbo entre la realidad y la imaginación y que el final de la tarde también es el futuro. Prisionero de su libertad y escondido entre sus sueños, el 8 ve.