miércoles, 4 de agosto de 2010

Mi primera groupie

Ilustración: Daiana Stanley

She said dim the lights if you want some action
You and me it's animal attraction
-SHE WANTS REVENGE


En mi temprana adolescencia estuve unos muchos kilos por encima del peso ideal que mi edad, altura y las publicidades anoréxicas de Calvin Klein consideraban aceptables. Lo admito de entrada, mi amor por las hamburguesas con queso y tocino eran algo casi carnal, pero me veo obligado a protestar en voz alta ante el apodo que me dio en ese recreo del primer curso el fascista de Ignacio Martínez Martínez (sí, yo también quise entender en su momento porque dos veces el mismo apellido pero no hubo caso).

El apodo que me puso ese pelotudo fue nada más y nada menos que: BUÑUELO, dale reíte todo y después continuo…ya? Sigo.

Se necesita una sola persona para poner un apodo pero la logística involucrada para conseguir que dicho apodo permanezca tatuado en la conciencia colectiva que te circunda ya es otra cosa. Se requiere colaboración, voluntad y espíritu de la gente más próxima a uno: amigos y enemigos a la par. Y no sé cómo pero miren que ese seudónimo de mierda quedó pegado a mi tipo chicle Ploc ochentoso que hasta hoy día sigue inamovible en algún pupitre del siglo 21.

Era robusto en el mal sentido y tenía un apodo que garantizaba mi virginidad perpetua, pero un pequeño gran detalle era este: YO NO ERA NINGÚN BOLUDO (en mi mente por lo menos) y todavía no me quedaba claro si la sed de venganza que había en mi debía ser considerada una virtud, un defecto o las dos cosas al mismo tiempo. Hasta hoy día no lo tengo del todo claro.

Las fotos que empezaron a circular por el colegio de Ignacio Martínez Martínez en una situación “complicada” con tres marineros holandeses quizás tuvo algo que ver con mis precoces pero limitados conocimientos de esa nueva y revolucionaria herramienta llamada "Photoshop" o quizás no. El punto es que todavía no era de común conocimiento el hecho de que se podía hacer esos malabares con las fotos, lo cual llevo no indirectamente al eventual cambio de colegio y código postal de Ignacio Martínez Martínez Martínez Martínez en el segundo curso. Jodé con el gordito.

Arranqué el tercer curso con diez kilos menos y un conocimiento básico de los acordes mayores, menores y séptimos de esa guitarra que mi viejo me regaló por Navidad. Me pasé ese verano alternando entre clases de guitarra con el legendario Kuky Rey, natación, trote y otras actividades que no quiero mencionar ahora porque no sé quién puede llegar a leer esto (léase: masturbación olímpica).

El punto es que la primera década y media de mi vida la recibí con el arranque de una reinvención personal que traería frutos tangibles pero que no me ayudaría a deshacerme del todo de ese sobrenombre que ya no vienen al caso decir en voz alta…por lo menos ahora.

ELIPSIS: Omisión en el relato de una o más situaciones sin alterar el sentido de la historia. Es como esa escena en Forrest Gump cuando lo vemos corriendo a Tom Hanks de niño y de repente de una toma a otra el tipo está corriendo pero ya de grande. Bueno, le metemos una de esas eslipsiseses(sic) acá mismo.

El día que cumplí 22 años sonó por primera vez un tema mío en la radio, esa noche brindé doble y al día siguiente me desperté abrazado a un ciervo blanco proveniente de Areguá que decoraba el jardín de mi “maniyer”. Se pronuncia como se escribe.

Debido a fotos sacadas durante esa fiesta que algún idiota subió al Facebook perdí a mi tercera novia en menos de seis meses. Yo tenía los abdominales marcados y una canción sonando en la radio pero nada de eso fue suficiente para hacer que esa chica me perdone por el nivel de caligulismo emanando de una foto en particular. Nunca se dejen fotografiar con chantilly, cuero y un animalito de granja al mismo tiempo; es la única “moraleja” que se van a llevar de esta historia pero en serio…háganme caso.

La canción se convirtió en una de las más pedidas esa semana y a la semana siguiente yo estaba sentado en la cabina de esa FM hablando al aire acerca de mis “influencias”.

Empezaron a surgir unos toques más interesantes en comparación con lo que veníamos haciendo a lo largo de ese primer año que cumplimos como banda (a mí me gustaba decir que éramos una banda aunque se tratase de mi carrera de solista, a mi banda le gustaba decir que eran solo sesionistas y que estaban de paso. Nada de esto viene realmente al caso y por algo está entre paréntesis que para mí son como los cálculos auxiliares de un relato).

Nos contrataban para eventos cada vez más grandes y pasamos de tocar solo en pubs a ser teloneros de un grupo argentino que había saboreado la gloria a finales de los ochenta, pero hoy tocaban solo en quinces y casamientos de ashá. Acá sin embargo todavía conseguían llenar un polideportivo de fans retro y jóvenes aburridos a causa de la ausencia de cualquier cosa contemporáneamente exitosa en el mundo. Un pequeño desfasaje en el tiempo espacio de lo relevante, cosas con las que uno aprende a lidiar.

La canción de mi autoría que estaba sonando en la radio se llamaba “Ir para venir”, una baladita medio melosa con un solo de guitarra inesperadamente malevo que le tira al tema un salvavidas y evita que este se ahogue en el tormentoso mar de la cursilería. La canción funcionaba. Le gustaba a las chicas, quienes eran las que más llamaban a pedirlo, y a los perros que siempre estaban (y están) buscando la banda sonora adecuada para visitar “Villa Cariño”. Y fue más o menos en este momento de la línea de tiempo en el que ocurrió lo que yo secretamente estaba esperando que ocurriese: Apareció ella, mi primera groupie.

Quedáte en la ficción o bajate a la realidad, ahora es el momento.

Empezó un bombardeo nuclear de correspondencia que me correspondía solo a mí. Ella se llamaba Nachamm, lo cual a mí también me hizo arquear la ceja hasta casi romperla pero la verdad es que ya había escuchado nombres peores (Crisóstomo!). Decía que mi canción le salvo la vida y me profesaba su amor eterno. Les soy sincero, al comienzo me asusté y me vi terminando en varios tarros de mayonesa en la heladera de Nachamm, pero al corto tiempo pasó el susto y me di cuenta que era inofensiva y que realmente estaba enamorada. Recién ahora me doy cuenta del inmenso oxímoron que esa última oración plantea de comienzo a fin.

Por unos tres meses Nachamm era solo un montón de papeles y posts en mi página de MySpace, hasta que un día esas miles de líneas aduladoras tomaron vida y la dibujaron a mi admiradora en el mundo real y tengo que admitirlo aunque me cueste, al trazo de esas líneas le gustaba hacer curvas vertiginosas, y yo en ese momento me encontraba sin freno alguno. Nachamm (MI groupie) era un avión a chorro y yo no podía esconder mi sonrisa ni si me pegaba un martillazo en el meñique.

Todos sabemos cuál es el tema con las groupies y los músicos. Una groupie no es una fan, una fan es UNA fan o UN fan, nótese la unisexualidad y por ende ambigüedad del fan, si es hombre o mujer da igual porque a un/a fan lo que le gusta es la música y de repente hasta se anima a un autógrafo y ya. El sexo no entra en la ecuación. Una groupie es siempre UNA groupie. No existe el UN groupie, no seamos ridículos...

A lo que, en todo un confuso párrafo, traté de llegar es que empecé a tener sexo con mi groupie, era algo inevitable. Yo estaba soltero y ella estaba más buena que Lassie en semana santa (¿?).

Al comienzo los encuentros se originaban después de los, cada vez más frecuentes, conciertos pero al poco tiempo esos escenarios y hasta la música se hicieron innecesarios y la línea invisible entre “groupie” y “amiga” parecía haber sido dibujada con el delineador de un emo en un concierto de Evanescence, y parecía estar desdibujándose con la misma facilidad. La cosa es que ese sexo casual que empezó casi como una novedad, se convirtió en algo bordeando lo obsesivo. Esta mujer me prendía fuego de una manera tierna (es después de frases como esta que vendría bien ese solo malevo de guitarra).

Algo en ella me resultaba misterioso y a la vez familiar, una contradicción bastante importante pero absolutamente válida al mismo tiempo. Poseía un minimalismo en su manera de ser y en todo lo que la orbitaba. Se sentía por momentos como que venía del futuro para ser mi groupie, una especie de Terminator sexual. Le di a todo esto el tiempo de análisis justo y necesario, tampoco uno puede estar desvelándose por una groupie y menos si esta es recién la primera! Entonces dejé que las cosas fluyan y decidí disfrutar de la situación mientras durase. Duró dos meses.

La nota de despedida fue en el mismo papel salmón y con la misma caligrafía azucarada de las primeras cartas, se sentía como que alguien me estaba haciendo “chau” con la mano mientras me decía “hola” con la boca. La cosa era que Nachamm vivía en otro país desde hace muchos años. Había venido a pasar unos meses con su abuela y esa visita, lastimosamente, había llegado a su final. No quiero hablar de ese nudo que sentí en mi pecho en el momento en que vi hacia donde iba la carta. Hay que saber nomás tener groupies, eso fue lo que empecé a teorizar con la mitad de mi cerebro mientras la otra mitad terminaba de leer la carta y todos los “no sos vos, soy yo” y “vamos a darle tiempo al tiempo” que me imaginaba que encontraría cerca del final de todo lo expresado en ese par de hojas perfumadas y de pronto FLASH!…y no, no era la chica del bikini azul. La carta llego a su final y ese final era algo así:

FUE ENDIABLADAMENTE INOLVIDABLE, ME VOY A “IR PARA VENIR”!
BESOTES EN TUS LABIOS DE BUÑUELO…
-NachaMM


Hay un momento en las montañas rusas que todo hombre conoce, es cuando los carritos bajan en picada y sentimos que nuestros testículos suben a nuestro tórax. Leer la palabra “BUÑUELO” en esa última oración tuvo ese efecto en mí y mis “amigos” tardaron unos buenos cinco minutos en descender de vuelta a su lugar indicado. Ahí fue cuando noté que las dos emes en el final de su nombre estaban en mayúsculas y mis amigos volvieron a ascender, esta vez llegaron hasta mi garganta y se quedaron ahí por tres días.

Soy un músico y no soy un detective pero tampoco soy un idiota (en mi mente por lo menos). Esta deducción de exactamente 10 pasos que voy a compartir con ustedes la voy a escribir en la arena y después voy a borrarla para siempre al barrerla con mi pie derecho, lo cual generará un sonido onomatopéyico que se asemejará a esto: PUFFFishhh!

Después de eso, el movimiento de barrida de mi pie pasará a transformarse en un firme paso que vendrá seguido de cerca por otro y me iré caminando en aquella dirección. Les agradecería si ustedes pueden caminar en la dirección contraria y que nunca más volvamos a hablar de esto ni de cualquier otra cosa. Ah, mi CD se llama “Che Schrödinger, a tu gato le quedan 8 vidas!” y lo pueden bajar de mi página aunque estaría genial si van y lo compran.
Ok...estamos listos? Ahí va:

1) Buñuelo

2) Nachamm

3) “Misteriosa y a la vez FAMILIAR”

4) NachaMM

5) Nacha MM

6) Nacha=Nacho=Ignacio

7) MM=Martínez Martínez

8) Ignacio Martínez Martínez

9) Mi primer groupie

10) …………


PUFFFishhh!

12 comentarios:

  1. JAJAJAJAJAJAJAJAJA!..... jajajajajajajajjajaja...... perdon! pero jjajajajajajajjaa! te quiero yo!

    ResponderEliminar
  2. correctisima la onomatopeya del barrido a la arena

    ResponderEliminar
  3. más buena que Lassie en semana santa (¿?) esta frase está para una nueva columna!!! jajajajaajjaja... me gusto iterei! besos

    ResponderEliminar
  4. "a todos nos pasa! emmm... no. Fuerza loco (?)

    ResponderEliminar
  5. me encantó la definición de "fan"!

    ResponderEliminar
  6. Buenísimo tú blog, aunque hasta ahora no se sí tratarte de genio o darte mis pésames por tú vida. Por lo menos aprendí una lección, no todo es lo que parece

    ResponderEliminar
  7. que mucho me reí viejo!!! excelente blog... follow!

    ResponderEliminar
  8. Gracias por los comentarios gente y gracias por tomarse el tiempo de leer! Pablino, acepto tus pésames y acepto lo de "genio" también, los dos me sirven.Gracias.

    ResponderEliminar