jueves, 8 de julio de 2010

"A propósito de Asunción" de Martín Crespo (PRÓLOGO)

Ilustración:José Bogado

Tener la oportunidad de escribir el prólogo de un libro que retrate con tanta virtuosidad y una década de paciencia algo tan preciado a uno, es algo TAN bueno que ya se vuelve malo, una cuestión circular. La auto presión se vuelve inmensa y nunca nada será lo suficientemente pirotécnico, entonces sencillamente decidí canjear los fuegos artificiales por la sinceridad.
Mr. Crespo,
gracias y
perdón.



Ahí va…


“LAP anuncia el embarque del vuelo número ciento y algo, con destino al no me acuerdo exactamente donde. Pasajeros favor abordar por la….”

Los recuerdos de la infancia funcionan así. El micro desaparece y solo permanece una sombra muy fugaz del MACRO. Titanes en el Ring, Mazinger Z, Caramelos Soft, Evanhy en la tele y no en la Municipalidad, Avon Flex, chicles en el fondo del helado, Barbapapás y un avión despegando en la noche. Mi primer vuelo.

Esa versión mía con olor a nuevo empañaba la ventanilla y la ciudad en la que nació estallaba en un millón de puntos de luz frente a sus ojos y algo pasó.

El resto del viaje fue pura turbulencia y un ratón primer mundista que cobraba muy cara la entrada a su parque de diversiones. Para mí, lo más memorable de esas vacaciones ocurrió en los primeros 10 minutos. Nunca se lo dije a nadie pero eso acaba de cambiar drásticamente.

Años después me di cuenta que esa realmente fue la primera vez que me enamoré (Perdonáme Lucia, nadie nos quita esos momentos en el quinto grado, pero esta es la verdad verdadera). Si Asunción es la madre de ciudades entonces yo en ese momento me convertí en su Edipo más heavy metal.

Al volver de esas vacaciones nada fue igual. Desde el aterrizaje de retorno en ese aeropuerto que ahora tiene otro nombre, pasando por el viaje en una combi naranja (macro instantáneo) de vuelta a mi casa, el contexto había cambiado y el paisaje se sentía desnudo y contrastado. Años después pude ponerle palabras a cosas que estaba sintiendo en ese momento y quizás hay algunos sentimientos que todavía me tomen unos años más.

La verdad por lo general se hace presente en el momento en el que ya no nos sirve de nada. Las decisiones sean buenas o malas ya fueron tomadas. Ya no hay diferencia en que sepamos cual era la acción correcta a tomar porque el meridiano invisibles del no retorno ya fue cruzado. Yo sentí eso en un avión de niño y fue un código postal el que iluminó ese rincón desconocido en el mapa de un corazón casi 0km.

Esta ciudad incendió mi mente en el momento en el que me alejé de ella por primera vez y desde ese día trato de volver del todo a su lado, pero ya no puedo. Esa es la cruel ironía de eso que arbitrariamente decidimos llamar amor. Las amantes que nos marcan son las que extrañamos inclusive cuando las tenemos en nuestros brazos. No nos enamoramos de ellas, nos enamoramos de sus fotografías y la nostalgia instantánea que nos prometen.

Asunción es para mí esa hermosa pesadilla, ese momento en que te das cuenta que el oasis era lo único real y todo lo que creías cierto jamás estuvo ahí. Solo te queda esa promesa imposiblemente posible, esperándote desnuda y contrastada en la distancia.

Ella me espera siempre en la distancia.

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