lunes, 12 de julio de 2010

Mediodía en la Plaza de los Héroes

Ilustración: Regi Rivas

No hay misterio en un traje negro. Una de tres: la persona que lo tiene puesto esta camino a un casamiento, a un entierro o a una oficina; y como ninguno de los tres destinos me parece particularmente atractivo trato de descartar el intento de leer y mucho menos explorar en mi imaginación acerca de las vidas secretas de los hombres que optan por esta indumentaria. Sencillamente no hay desafío.

No recuerdo exactamente hace cuanto adopte esta extraña modalidad de antropología como hobby; venir a esta plaza del centro y observar a la gente, elegir a alguien y tratar de imaginarme todo acerca de su vida. Desde su edad y profesión hasta su pecado más grande y/o su secreto mejor guardado.

Un juego aparentemente infantil pero nadie me cree cuando les trato de explicar que es un ejercicio recomendado por mi médico después del accidente, tiene algo que ver con mantener constantemente ejercitado algún lóbulo o algo por el estilo. Teniendo en cuenta que el accidente fue hace más de diez años y que mi médico falleció hace tres, no es ilógico asumir que quizás el ejercicio ya no sea necesario, pero me resulta imposible desprenderme de él. Un habito que no puede ser clasificado de bueno ni malo, sencillamente un habito.

Es en este momento en el que ella se sienta en el banco frente al mío y las palomas dibujan con su vuelo esa lagrima invertida que termina siempre en el mismo punto del universo en el que empezó, siempre. Mi mente se deje llevar por la misma inercia que normalmente se lleva todo lo demás.

ROUND 1: Viuda, paranoica, le gusta el chocolate, le gusta el cine en blanco y negro, odia los gatos, odia los perros, miente a menudo, la última vez que tuvo sexo teniamos otro Papa, cuarenta años, entre cuarenta y cincuenta, su pelo esta negro pero es rubia, algo que ocultar, mucho que ocultar, no fuma, odia el olor a cigarrillo y…

Y en ese momento la viuda teñida paranoica saca un cigarrillo mentolado de su cartera, lo enciende y yo me rio de mi mismo porque es algo que por suerte nunca tuve problema de hacer.

La viuda, cinéfila que odia todo tipo de mascota se levanta y se retira, suena la campana y termina round uno. Mi promedio es 15 rounds en un día aunque depende de mi estado de ánimo y nivel de ansiedad. Una vez llegue a 50 pero los últimos ya eran lo que se puede clasificar como “cualquiera”: Cowboy, sus padres son esquimales, su preferencia sexual son los animalitos de granja, albino aunque el todavía no lo sabe…

Cuando ese día de los 50 rounds se convirtió en noche, llegue a mi casa y dormí casi 14 horas porque sentí que mi cerebro escaló una montaña haciendo vuelta estrella. Después de ese día me dije a mi mismo que nunca mas pasaría los 15 rounds en una sentada. Las palomas dibujan y ahí vamos de vuelta.

ROUND 2: Ex gordo, posiblemente bisexual, le gusta observar deportes aunque nunca los practicó, alcohólico, afiliado a algún partido político desde adolescente, una vez presencio un asesinato pero jamás dijo nada, cobarde, padres extranjeros, alcohólico (ya dije eso, perdón), tonto, muy tonto, un poco…QUE PUTA LO QUE MIRAS TROLO DE MIERDA!

Un pequeño gran problema de este ejercicio: la mirada intensamente fija con la que lo ejecuto. La mayoría no dice nada pero cuando dicen algo acostumbro ser considerado sicótico o homosexual, aunque las palabras usadas para transmitir estas apreciaciones nunca son tan cordiales. El ex gordo bisexual se levanta del banco y camina hacia mí.

Ex gordo: A vos te estoy hablando, imbecil! Que carajo lo que mirás?! Tenés algún problema?! Sos estúpido o…

Llega el hombre a la distancia en la que suelen notar las muletas a mi costado o las suelas de goma intactas de mis Converse® noventosos y la cara les cambia, todo les cambia.

Ex gordo: Nderasore disculpa cheraá, yo…

Yo: Porque me pedís disculpas, papi? Tenías razón.

Ex gordo: Que?!

Yo: Te estaba mirando porque me gustas y mucho. Vení dame un beso.

Ex gordo: Nderakore! Freak!

Mi casi-agresor se da la vuelta y se empieza a alejar con una caminata que por momentos quiere ser un torpe trote lento, yo me divierto un rato más.

Yo: Hey, en que quedamos?! Le vamos a dar tiempo al tiempo?! Dejáme tu número por lo menos!

El cobarde, hijo de extranjeros, alcohólico me grita algo probablemente nada amable, aunque solo puedo especular al respecto teniendo en cuenta que ya no le escucho. El movimiento del centro al mediodía acostumbra hacerle esto a todo y todos. Me rio hasta que me duele algo y ahí la veo en un banco casi limitrofe a mi periferia, casi.

Me mira. Su mirada es fija e intensa, el resto de ella es perfecto. Me toma unos segundos demás pero consigo finalmente darme cuenta de lo que está haciendo y no lo puedo creer. Llaveo mis ojos sobre los suyos y trato de hacerle lo mismo al mismo tiempo pero me resulta imposible, como si hubiera que tomar turnos para jugar este juego y el ROUND 3 del día de hoy ya no me pertenece.

Mi imaginación se desconecta temporalmente y solo puedo verla por lo que es, una mujer atractiva haciéndose quien sabe que ideas de mí al otro lado de la plaza. Pienso por un momento en la manera de comunicarle que todos los garabatos que está haciendo de mi en su cabeza están mal trazados, pero me rindo al instante porque no hay manera. A lo sumo lo que puedo hacer es tirarle una piedra para que pare, pero no encuentro una a mi alrededor.

Cierro los ojos y me entrego al karma.

3 comentarios:

  1. En serio, cada gente loca que uno ve...siempre sus historias son más taradas de lo que podemos imaginar!

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  2. Buenisimo man!, lo mismo pasa en internet, cuando te vas leyendo blogs, tu cabeza crea mil perfiles de la persona que lo escribe!!!

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  3. CIUDAD
    son las calles, las plazas, la gente que pasa ante mi y que probablemente no veré nunca mas.

    La aventura breve.

    «Ciudad es todo lo que es dispersión, juego intuitivo, fantasía y realidad»

    Josep Pla. Cartes de Iluny. Prologo de 1927.

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