jueves, 10 de junio de 2010

Esperando al Halley

Ilustración: Luis Aguirre

Falta un día para el Mundial y 51 años para que vuelva a pasar cerca nuestro el Cometa Halley (estos datos van a tener que ir siendo actualizados me imagino). Nos esperan 12 Mundiales más, ver muchos astros terrenales patear una esfera que quizás con el tiempo se vuelva cada vez más redonda, antes de poder ver a ese astro mayor de vuelta. Si los Mayas tenían razón este es el último Mundial que vamos a ver, pero la verdad es que no quiero darle tonos apocalípticos a esto, para eso está CNN.

La cosa es que cada tanto parecería que podemos ver el pasado y el futuro al mismo tiempo, trenzados entre ellos como esa manera de usar el pelo que tenían las nenas en tercer grado. Cada tanto parece que el espacio por el que avanzamos resulta ser un pasillo circular que nos lleva de vuelta al lugar del que venimos, un loop jugando pool y la bola negra es nuestra existencia.

Vivo en el centro, en un piso ocho, y la banda sonora de mis días son bocinas y gritos de una ciudad empachada de rodados. Cada tanto se escucha un freno violento, cuestión de segundos pero esos segundos se vuelven eternos cuando aguardo el sonido de la posible colisión. De cada 10 frenos solo 2 son con una colisión acentuando el final. Cuando no escucho la colisión respiro y sigo haciendo lo que sea, cuando escucho la colisión mi mente se dispara en todas las direcciones del espectro. Pienso en vidrios rotos, en humo, sangre, ambulancias, velorios, peleas, en mi hijo, mi novia, mis hermanos, mis padres y bueno, eso es así conmigo. No tengo explicaciones al respecto, solo medicamentos.

Hoy el freno fue acá frente mismo a mi edificio, la colisión no fue vidrio con vidrio, chapa con chapa, la colisión fue contra carne y contra hueso y fue acá mismo. Salgo al balcón y por un momento pienso en las operas a las que nunca fui y en esa gente en los palcos costosos con sus peculiares binoculares y ahí lo veo, era un perro… un perro blanco.

No hubieron ambulancias, ni peleas, ni vidrios rotos. Mi novia está en su trabajo trabajando y mi hijo está en el colegio portándose bien y ese perro con un collar que probablemente tiene un nombre y un número al que nadie va a llamar está ahí para siempre. El punto inferior del signo de exclamación que terminó dibujando con su sangre sobre el lienzo asunceno.

El quinielero hace su gesto humanitario del trimestre y estira de las patas a lo que queda de Max o Kaiser o Pupy al costado de la calle y el asesino se pone en marcha, sigue con su día, el banderín albirrojo flameando radiante desde su retrovisor. El equivalente a camuflaje hoy por hoy, falta solo un día.

Yo vuelvo a entrar a mi departamento, cierro las puertas del balcón y me siento en mi silla menos favorita. Pienso en el perro blanco, en su sangre roja y me doy cuenta que el también termino convirtiéndose en camuflaje, escondido para siempre en el paisaje de una ciudad a la que poco o nada le importa. Y yo ahí sentado el resto de esa mañana y un poco de la tarde que le sigue, esperando en silencio el regreso del Halley.

Faltan solo 51 años.

3 comentarios:

  1. "Pobre "Kaiser"" decimos, y seguimos. Tal vez hay muchas cosas que ya no podamos hacer con respecto a muchas situaciones; pero, si querés, podemos jugar rinraje mientras esperamos 51 años más. ¿Querés? :) you rock! Y este blog rock and pop luego. Beso hulkiano

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  2. sos un capo aguirreee....sisisis...abajo los mundialistas , arriba los perros, las perras y los halley!!!

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  3. Vivo en el centro, en un piso ocho, y la banda sonora de mis días son bocinas y gritos de una ciudad empachada de rodados. Cada tanto se escucha un freno violento, cuestión de segundos pero esos segundos se vuelven eternos cuando aguardo el sonido de la posible colisión... el ultimo te lo perdiste... 3:30 AM... pero llegaste tipo 5 me dijiste. Si el choque fuese un cometa, agarraste la estela. Bien.

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